Lecciones olímpicas IV: la edad y la madurez y las medallas

No son excepción, por lo visto. Hace unos días, la lituana Ruta Meilutyte, de sólo 15 años de edad, ganó la medalla de oro en natación. Como en periodismo los días son años, vayamos al pasado próximo. Ayer, la estadounidense de 16 años Gabrielle Douglas (negra, para más datos: black power again, my friend, y la primera que lo logra en ese ámbito deportivo), hizo otro tanto. 
La comentarista no salía de su asombro al comprobar la capacidad mental y el sereno aplomo de la chiquilla: su madurez para competir. Y se lanzan aquí unas preguntas al ruedo, con cierta mala uva: ¿son conscientes a esa edad de lo que han logrado? ¿No son demasiado jóvenes para saber qué hacen¿ ¿No deberían ver mundo antes dedicarse al deporte de élite en alma y cuerpo? Porque eso han hecho. Los juego olímpicos no son una broma: no se ganan de un día para otro. Y es precisamente así -dedicándose en alma y cuerpo a esa actividad- como se gana el oro. Entonces, ¿qué quedamos? ¿Que son maduros o no? ¿O que, como siempre, depende? Es de sobra conocido que Alejandro Magno capitaneó su primer ejército a los 16. Eso han hecho, o parecido, estas dos atletas, y todas las que surcan nuestras pantallas, que son cada vez más jóvenes. Perseguir un ideal con todo lo disponible. A eso debería tender la educación. ¿Por qué no va a poder tenerse esa determinación para cualquier otro aspecto en la vida? Es arriesgado, pero bien laureado, por cierto. A los hechos me remito.

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