Música y muerte y Mozart

Hace poco días estuve en un funeral: dignísimo, lleno de visión católica -trascendente- de la vida. No fue una ceremonia triste, a secas. Estuvo repleto de emociones encontradas, como suele suceder en esos momentos. Tristeza y pena por la ausencia; y alegría, por la fe y la esperanza, que nos recuerdan que "vita mutatur, non tollitur" (la vida cambia, no es arrebatada a secas). Así vivió el difunto, y así murió. Para los que no creen -lo he vivido varias veces- un funeral así es desconcertante. 

Un tiempo después, me anunciaron que el próximo sábado -no éste- se podrá oír en el Monestir de Sant Cugat el Requiem de Mozart. Y recordé dos funerales: el que brevemente recordaba líneas arriba, tan impresionante; y la ceremonia-sin-ceremonia de Carrillo, parecido a muchos otros hoy día. Y pensé que algo había cambiado en la sociedad. La música -devota, piadosa, sencilla- llenó el funeral del padre de mi amigo. Traía, a su manera, una cierta alegría. El Requiem es una composición musical que muchos han intentado. Quizás sean ahora menos quienes se atreven, porque se ha perdido el sentido cristiano de la vida y de la muerte, que es el reverso de la moneda. "El funeral, cuanto más breve, mejor", se cree. Hay muertes edificantes, como la vida que las precede. Y una vida así, merece una música igual. 

Recomiendo escuchar y -en caso de no saber mucho latín, buscar la traducción de lo que cantan- el Requiem de Mozart. Es una reflexión musical que nos viene como anillo al dedo de vez en cuando.


(Link en que, por cierto, pueden seguirse unos comentarios desgarradores sobre si Dios existe o no. Y sobre el sentido del dolor y de la muerte. Sólo añadiría que Mozart no acabó el Requiem, porque lo compuso mientra se estaba muriendo. Quizás por eso es tan bueno.)


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