Serio o triste

En época en que abominamos de los dogmas, se nos mete uno en casa de modo tan sibilino, que casi no nos damos cuenta. Y es que el hombre vive de los dogmas: dogma no es sino "lo enseñado", lo que uno da por sentado. 
¿A qué me refiero? A la necesidad insuprimible de que todo siempre sea en todo ameno y divertido. Así: todo, siempre y en todo. Y eso es imposible. Y no es deseable (por esa misma razón). ¿Cuál es la razón que nos lleva a pensar las cosas así: por qué queremos que sea todo así? Una confusión. Nos han engañado y creemos que serio es triste. Y como lo contrario a divertido es triste (cosa no exacta), pues ya la hemos liado, porque, por esa regla de tres (equivocada), está prohibido ser serio. 
"No te pongas tan tremendo", se suele decir. Hay temas serios, y no tienen que ser tristes. El sentido del humor, por ejemplo, es algo muy serio, y es lo contrario de triste. O sea que nada: hay cosas serias.
Además, no está mal, sino que es normal, que un día estés más triste (no serio). La vida da bofetadas que uno tarda en aceptar. Uno puede estar de mal humor un día. No pasa nada. Es lo normal. Lo que no es normal es lo que nos venden: la sonrisa permanente siempre en todo. El optimismo dulzón es estúpido: no todo va bien. El optimismo realista es duro, pero bueno: cosas buenas hay, y con ellas, a arreglar las que no lo son tanto. 
(Sobre el optimismo, otro día)

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