¿Feliz fiesta de invierno? ¡Feliz Navidad!

Ya sabía yo que estábamos así, pero me desconcertó de nuevo. Un amigo me comentó ayer mismo que su profesor (universitario) se despidió de la clase con un "Felices fiestas de invierno".

Además de que no sé qué hay que merezca ser celebrado en invierno, tampoco sé por qué lo dijo el 19 de diciembre, visto que el invierno va del 21 de diciembre al 21 de marzo. Sinceramente, da hasta dentera tener que argumentar tonterías de estas.

Sé que, como cada Navidad, saldrá algún iluminado en alguna revista diciendo que sí, que la Navidad se celebra el 25 porque tiene que ver con según qué día de según qué historia pagana y que la fecha es una cristianización y demás. Muy bien. Pero nadie ha demostrado aún que no fuera ese día. Con eso -y con los argumentos que ahora aburrirían, y que unen el nacimiento con la muerte y con muchos datos que cuadran-
basta. Cristo es, como dice C.S.Lewis, el mito encarnado. La frase resumen es: no es que sea como el mito, sino que el mito es como esto, que por fin ocurrió. EL mito era la preparación mental. Y buena fue, puesto que todavía queda.
Que lo busque quien quiera y que lo lea. Está en "Dios en el banquillo". Aquí.
  

Genial, pues. Pero los más, celebramos la Navidad, el nacimiento de Jesús. Sólo los niños lo entienden, de fácil que es. Es lo malo de cristianismo, que es tan sencillo que no lo entendemos bien: Dios se encarna de verdad para que los hombres sepan cómo son y cómo llegar a donde tiene que llegar.


Y, puestos a citar (le debo esta cita a ésta), mejor me quedo con Chesterton, su fe ilustrada, y su humor inglés:

"Que se nos diga que nos alegremos el día de Navidad es razonable e inteligente, pero sólo si se entiende lo que el mismo nombre de la fiesta significa. Que se nos diga que nos alegremos el 25 de diciembre es como si alguien nos dice que nos alegremos a las once y cuarto de un jueves por la mañana. Uno no puede ser frívolo así, de repente, a no ser que crea que existe una razón seria para ser frívolo. Un hombre podría organizar una fiesta si hubiera heredado una fortuna; incluso podría hacer bromas sobre la fortuna. Pero no haría nada de eso si la fortuna fuera una broma. No sería tan bullicioso, le hubiera dejado puñados de billetes bancarios falsos o un talonario de cheques sin fondos. Por divertida que fuera la acción del testador, no sería durante mucho tiempo ocasión de festividades sociales y celebraciones de todo tipo. No se puede empezar ni siquiera una francachela por una herencia que es sólo ficticia. No se puede empezar una francachela para celebrar un milagro del que se sabe que no es más que un engaño de milagro. Al desechar el aspecto divino de la Navidad y exigir sólo el humano, se está pidiendo demasiado a la naturaleza humana. Se está pidiendo a los ciudadanos que iluminen la ciudad por una victoria que no ha tenido lugar.
Hoy nuestra tarea consiste en rescatar la festividad de la frivolidad.
Es la única manera de que vuelva a ser festiva. Los niños todavía entienden la fiesta de Navidad: algunas veces festejan con exceso en lo que se refiere a comer una tarta o un pavo, pero no hay nunca nada frívolo en su actitud hacia la tarta o el pavo. Y tampoco hay la más mínima frivolidad en su actitud con respecto al árbol de Navidad o a los Reyes Magos. Poseen el sentido serio y hasta solemne de la gran verdad: que la Navidad es un momento del año en el que pasan cosas de verdad, cosas que no pasan siempre. Pero aun en los niños esa sensatez se encuentra de alguna manera en guerra con la sociedad. La vívida magia de esa noche y de ese día está siendo asesinada por la vulgar veleidad de los otros trescientos sesenta y cuatro días."

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