Corrupción y otras hierbas

"Algo huele a podrido en Dinamarca". Así lo decía Marcelo en "Hamlet", una de las obras cumbre de Shakespeare.
"Corrupción en Miami", se oyó más tarde.
Y ahora, "corrupción hasta en el fútbol". Parece que si tienes dinero (o substancias dopantes) a tu alcance, es obvio que debes quedártelo (o usarlas). Tonto el último.
Pero vamos a no quedarnos en esa superficie.
La palabra corrupción tiene un origen revelador: co-rupción. Lo que trae consigo la "rupción", la ruptura, el rompimiento de algo. Las consecuencias de romper una reglas, por ejemplo, y en concreto.
Nos encontramos, por abundancia de desechos y porquería en el río, con ecologistas que dicen: "esto no puede ser". Ese grito es algo interesante y sumamente aprovechable. La cosa -resumiendo- está tan mal, que nos hallamos en un momento más que oportuno para empezar de nuevo. A río revuelto, ganancia de pescadores, dice el refrán. (Los cínicos, que retiren su vista de la pantallita y sigan en sus tonterías).
Me intentaré explicar. Igual que la gente (nosotros: usted y yo, buen hombre, ni que sea un poco) ha acabado así paulatinamente, se puede salir de este pozo de estiércol poco a poco. El hombre tiene esa capacidad: puede regenerarse.
La crisis -que a cada día aumenta en su vistosidad- es, ni más ni menos, que la crisis de la verdad. Lo cual es muy profundo. Quizás lo más profundo que haya. Se está tocando una fibra demasiado importante. Por eso ha explotado.
A ver: ¿qué me importa a mí si Lance Armstrong se dopó? ¿Lo hizo con mi dinero? ¿Me robó? No: me engañó. Engañó a todos.
Lo mismo con los corruptos políticos (espero que todavía no sean sinónimos). Les das confianza y te mienten.
Decía San Agustín en sus Confesiones (Libro  X, cap 23, 33) algo aluciante, y que nos define como hombres: "He encontrado muchos que querían engañar, pero ninguno que quisiera dejarse engañar". Ahí está la cosa. No somos, aunque lo parezca, de la especie homo erectus, sino homo sapiens: zoon logon. Nos va la vida en la verdad: en su búsqueda y captura. Y una vida sin verdad no es, en verdad, vida.
Ojalá de todo esto se saque el gran valor de la sinceridad. La verdad por delante. Siempre.
Dejo para quien quiera una espectacular cita -dos párrafos antológicos- de la "Fides et Ratio", esa encíclica de Juan Pablo II sobre las relaciones entre  fe y razón.
Corrupción tiene un antónimo. O lo inventaremos ahora mismo: cosanación. 


Fides et Ratio, n. 25.
« Todos los hombres desean saber » (Aristóteles, Metafísica, I, 1) y la verdad es el objeto propio de este deseo. Incluso la vida diaria muestra cuán interesado está cada uno en descubrir, más allá de lo conocido de oídas, cómo están verdaderamente las cosas. El hombre es el único ser en toda la creación visible que no sólo es capaz de saber, sino que sabe también que sabe, y por eso se interesa por la verdad real de lo que se le presenta. Nadie puede permanecer sinceramente indiferente a la verdad de su saber. Si descubre que es falso, lo rechaza; en cambio, si puede confirmar su verdad, se siente satisfecho. Es la lección de san Agustín cuando escribe: « He encontrado muchos que querían engañar, pero ninguno que quisiera dejarse engañar ».24 Con razón se considera que una persona ha alcanzado la edad adulta cuando puede discernir, con los propios medios, entre lo que es verdadero y lo que es falso, formándose un juicio propio sobre la realidad objetiva de las cosas. Este es el motivo de tantas investigaciones, particularmente en el campo de las ciencias, que han llevado en los últimos siglos a resultados tan significativos, favoreciendo un auténtico progreso de toda la humanidad.

No menos importante que la investigación en el ámbito teórico es la que se lleva a cabo en el ámbito práctico: quiero aludir a la búsqueda de la verdad en relación con el bien que hay que realizar. En efecto, con el propio obrar ético la persona actuando según su libre y recto querer, toma el camino de la felicidad y tiende a la perfección. También en este caso se trata de la verdad. He reafirmado esta convicción en la Encíclica Veritatis splendor: « No existe moral sin libertad [...]. Si existe el derecho de ser respetados en el propio camino de búsqueda de la verdad, existe aún antes la obligación moral, grave para cada uno, de buscar la verdad y seguirla una vez conocida ».25

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
esta imagen me suena, muy buen post. diasdeeuforia.wordpress.com