Libertad y temor (y amor)

En los dos últimos días han llegado a mi conocimiento varias frases sobre el temor. Me quedo con una, de Horacio: "Al que vive temiendo, nunca lo tendré por libre".

Ésta tampoco está mal (pero sí, mal escrita)
El miedo paraliza y no nos deja actuar. No quita libertad de actuación.
Querer evitar todos errores es uno de los factores posibles que induce al miedo. Pero no actuar es, muchas veces, el peor de los errores.
Otras, la actuación -y fuerte actuación- consiste en no actuar: abstenerse.

Otra: "El que teme no es perfecto en el amor", no ama con perfección.
Eso dice San Juan. En una relación, quien teme no ama al máximo. Y, siendo el amor el acto máximo de la libertad, quien teme no es máximamente libre, porque no ama al máximo. (Releer en caso de duda)

Y, por fin, la guinda. "No temáis", dijo y grito una y mil veces Juan Pablo II. Y consiguió que los que le oían dejaran de temer. Y se movilizaran. Y se fundó un sindicato fundamental para Polonia. Y cayó el muro de Berlín. El miedo a la masa, a lo desconocido, a meterse en líos, puede llevar a ceder en materias que son derechos propios.
Aristóteles explica perfectamente en su Política cómo los tiranos tenían como arma primera la infusión del miedo en el pueblo, para que pasaran de ser personas a ser masa vasalla.

El miedo al compromiso, al error y a tener que ir hasta el final por algo que uno cree son tres de los factores que conviene pasar por alto cuando uno está decidido a hacer algo grande. Y, diremos con el Hamlet de Shakespeare, nada hay más grande que ser hombre. "¿Quieres vanagloriarte de una hazaña? Pues que te baste con ser un hombre"

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