Plantas de plástico: hombres de mentira

Los árboles pueden ser muy falsos. Pero que mucho.
(Mi hermano me ha pasado -la he cogido de uno de sus álbumes- esta foto tan original.)
Pero nada (puede llegar a ser) más falso que un hombre. De hecho, en sentido, sólo un hombre puede ser falso. Una planta es como es, y no puede disimular. Jamás veremos a una jirafa intentando portarse como no suele. No está en su manera de ser.
Pero el hombre supera su biología con su propia biología: no somos bichos totalmente cerrados. Somos, como decía un manual de antropología, plásticos.

Frente a una flor -o planta- de plástico se dan encuentro sentimientos de los más variados. Porque es tan perfecta siempre que apantalla, que da hasta asco. Siempre bien puesta, siempre brillante, siempre fresca, siempre reluciente, con vivos colores y perfecto estado. Siempre tan ideal. Siempre tan... irreal. Porque en la vida normal llueve y el cielo se pone gris. Y caen gotas. Y te destrozan una cosecha. 
Los hombres no podemos ser plantes de invernadero. Hay que estar a todos los aires y vientos... y a los ciclones, cuando los hay. Para eso hace falta tener buenas raíces (en la foto, ni una), que te amarren al suelo, de donde salen los buenos líquidos  y el humus que a uno le permiten crecer. 

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