El cuerpo es el espejo de la dieta


Eso leí ayer en un supermercado. Me imagino que era de esos especiales que tenemos a nuestra disposición hoy día: dietéticos, de alimentación natural, etc.

Me recordó -y está buscado, lógicamente- al dicho clásico: "la cara es el espejo del alma". Es una transformación muy de nuestro siglo. 
-¿El alma? Y eso ¿qué es, oiga? Yo no la veo: será que no hay. En cambio, fíjate tú mi michelín, mi pancita, mis culos caídos... No son dignos de mí. Todos se fijarán en lo que ven...

Bromas aparte, tres cosas sí están más bien claras:

Primera, que una dieta no es cosa mala, sino lo contrario. Lo malo sería la obsesión. El control de lo que uno come es bueno. En eso consiste una partecica de la templanza, esa virtud cardinal.

Segundo, que una buena dieta para el alma (nuestro espíritu, no necesariamente nuestra parte religiosa: nuestra inteligencia y corazón) nos vendría bien. No me refiero a rezar. O no solo a eso, necesariamente. Ni primariamente. Me refiero a leer (algo más que el Marca), a escuchar música (y no sólo música de un tipo), a ver cine y no sólo películas (detalle singular).

Tercera, que el cuerpo y el alma no son cosas que funcionen por separado. Al fin y al cabo, soy yo el que vivo: no mi cuerpo o mi alma. La persona entera. Y lo que me meto en el cuerpo influye en mi alma; y viceversa. Un mal cabreo puede degenerar en una úlcera estomacal; un desaire amoroso, en una anorexia, o en cosas peores. 

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