En plena excursión ciclista, nos paramos a contemplar el cielo: nubes de todos los azules claros posibles sobre un impactante fondo que iba del anaranjado al rojo con todo rosados. Desde el turoncillo en que estábamos, la vista se ofrecía maravillosa.
Comentamos entonces con uno:
-El cielo es precioso, pero ¿por qué nos gusta?
-Porque no es siempre igual: hay muchos tonos: y a los hombres nos encantan las variaciones.
Y, mientras esperábamos a los que iban algo retrasados, seguimos con el pedal (metáfora ciclista de los menos adecuada en este contexto).
Porque resulta que la palabra divertido -y sus orígenes y derivados- provienen de verter cosas diferentes, diversas (esta palabra es de la familia, lógicamente). Lo diverso divierte. Huir de la monotonía, que aburre, al final. "En la variación está el gusto", dicen.
Y acabamos hablando del auge del gintonic, que no es sino un ejemplo de los dicho: mezcla de dos líquidos que se vierten en un vaso.
¿Y la concentración? La concentración es la previa condición de toda diversión. Nadie puede verter dos líquidos en la nada. Eso se hace -dicho está arriba- en un vaso. El que se dedica a mezclar en el aire, tira la bebida. Toda diversión necesita un sujeto que se divierta... pero sin dividirse a sí mismo. El sujeto recibe el beneficio de esa diversión: se divierte. Aunque sean las acciones las que son diversas.
¡Qué gran descanso proporciona el cambio de actividad cuando uno no ha estado más que en una cosa, centrado en ella con todas sus fuerzas! O sea, concentrado.
Y qué poco descansa quien trabaja y actúa sin concentración: divirtiéndose. Es decir: yendo de un lado para otro, del mail al libro y del wadsap a la libreta. Así no hay quien trabaje.
Mucha conclusión se podría sacar de esto, educativamente hablando.
PD: La cerveza sola no es mala. La bebida sola no es mala. Para gustos, los colores. Pero no habamos aquí de eso. Se comenta que es muy propio del hombre mezclar: la clara, esa ingeniosa mezcla de cerveza con limón, etc...
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