Prometeo encadenado (lecciones II): ser sensato a pesar de todo

Aquí va el segundo post sobre Prometeo encadenado, la espectacular y breve tragedia de Esquilo. Ya la he acabado. 

(La foto que añado es de una escultura impresionante,  "Prometheus Chained" (1762) de Nicolas Sébastien Adams. Está en el  Louvre.)

Prometeo ya está enganchado a la pared y las oceánidas, hijas de Océano, han salido ya de escena. Ahora le toca el turno al mismísimo Océano, que pretende consolar a Prometeo, jugándose el tipo ante Zeus.
Añado la cita que ilustra lo que quería decir hoy: 
"Déjame padecer esta dolencia;
que es ganancia, y no poca, el ser sensato, 
y parecer, en cambio, un insensato". 
Las apariencias, que tanto rigen hoy día.
La valentía de aparecer como un tonto por causa de ser bueno, sensato. La necesidad de ser fuerte para no depender de la aprobación de la mayoría para vivir como uno razonablemente piensa.
La cobardía de actuar mal porque lo hace todo el mundo, o porque le da a uno miedo actuar en conciencia.
Contra estos, dice Esquilo: es ganancia, y no poca, ser bueno y parecer insensato. 
Es esta una regla moral fuerte. Y, por tanto (casi da lástima poder decir ese "por tanto"), algo que no suele abundar hoy día. Los nuestros son, en su mayoría, tiempos en los que resulta mejor ser práctico:"Estos son mis principios:", decía Grouxo Marx, "si no le gustan, tengo otros".

Años más tarde -siglos-, Shakespeare lo dirá a su manera en su también inmortal Hamlet: "Claro: tal como va el mundo, ser honrado es ser uno entre diez mil". 
Ese es el reto de ser uno mismo. 


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