Revisar la presión y el desgaste

La foto no es original, pero es real: cualquiera de nosotros puede haberla visto. Un cartel en que se lee "Revise la presión y el desgaste de sus neumáticos". 
Es un aviso práctico, a pesar de que pueda despistarle a uno mientras conduce. Evita muertes, seguro.

Es, además, una metáfora preciosa y muy sugerente: ¿qué es el hombre, sino un viador, un ser que va de camino? Es una alegoría de lo más clásica.

Por partes, que cada detalle es simpático y da que pensar. 
Pero que cada quien piense por su cuenta...

Lo primero sería que pneumático se escribía antes con "p" inicial. De "pneuma, pneumatos": aire, espíritu, soplo. Y así se ha llamado al alma muchas veces: soplo que anima -¡infla cuando estamos desinflados!- a la materia que también somos en parte. Muchos conocemos a personas en las que es verdad que su espíritu tira del cuerpo, ya agotado o muy dañado. Joaquín Romero, sin ir más lejos. Un enfermo que lleva sus deficiencias crecientes con un ánimo también creciente. Aquí, su blog.

Dice el cartel que hay que revisar la presión y el desgaste. 
Porque sin presión de aire, el neumático se gasta más.
Y con demasiada presión, no agarra bien, entre otras cosas.
Revisar la presión: conocerla, reconocerla, actuar.

Pero dice también que hay que revisar el desgaste. ¿Del aire? Lógicamente, no. Del neumático. 
Así ocurre en el hombre -alma y cuerpo a la vez, según la visión clásica-: no basta con tener un espíritu fuerte. No es suficiente una inteligencia bien armada. Ni siquiera unas sanas costumbres éticas. No somos espíritus puros: el cuerpo somos nosotros también. Hay que revisar de vez en cuando el desgaste. Las fuerzas se gastan si uno no se cuida. Por eso la buena voluntad no es suficiente para estar sano -totalmente sano-: hay que encontrar el equilibrio. Es importante comer bien, dormir bien, hacer deporte, relajarse.

Todo eso sugiere el cartel. Todo eso, como mínimo.

Comentarios

Juan Illa Laguna ha dicho que…
Sí, y te falta eso de fomentar las relaciones humanas sólidas y verdaderas. Porque el pneumático lo cambia el mecánico, y si ese mecánico no conoce el alma humana (pneuma) ni sabe cómo se cambian las ruedas, es probable que, independientemente del descanso que te procures, te cause un estropicio considerable. Y entonces te acuerdas de la madre que parió al que te recomendó a ese mecánico.