Lecciones olímpicas II: Jake Gibb o la veteranía inaplastable en el beach volley


Ahí lo tenemos: Jake Gibb. Un ganador en toda regla. Aunque ayer perdiera junto con su pareja Casey Patterson contra España. 

¿Cómo me he enterado yo de todo esto? Pues la vida misma. Después de visitar el Thyssen -del que ya hablaremos más adelante-, fuimos con unos amigos a pasar el día a una de esas casas con césped, sombra y piscina. Después de comer, eché un vistazo a la tele: voley playa masculino. Veamos. Y ahí estaban los españoles, más que concentrados: ganando el primer set. "Bien", pensé, "vamos a ver cómo acaba esto", porque estaban ganando el segundo set, pero les remontaban. Y les remontaron. El resultado es sabido ya: ganamos. 
Pero la cosa no era eso. Lo que me llamaba la atención, como absoluto profano en materia de voley playa, es que estuviéramos ganando a USA. 
Y ahí empecé a enterarme de cosas interesantes. Lo demás, internet, que para eso está, también.
Por ejemplo, que España ganó la medalla de plata en Londres 2012. 
Por ejemplo dos -y aquí está el grueso del asunto-, que la pareja estadounidense es también muy buena. Y que el bueno de Gibb tiene ni más ni menos que 40 años, cosa que nadie diría viendo cómo se mueve por la pista arenosa: es más que notable su agilidad. Y que el bueno de Gibb ha salido adelante en la lucha contra dos cánceres. El último, uno de testículos de 2010. 
He añadido una segunda y tercera foto porque ahí se ve a su pareja. Resulta que Casey Patterson, que por el pelaje de mohicano parecía un crío, tiene 36 años. 
Me quedo con la segunda foto: ese gesto de juventud no sólo de los hijos, sino de ellos. 
Ahí están, en esa mano izquierda, dos cánceres superados. 
Y con 40 años, en los juegos olímpicos tirándose por la arena.
Toda una lección. 
Envidia de la buena.

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