Pensamiento crítico

"¡Hay que fomentar en los críos pensamiento crítico!", se oye día sí día también a pedagogos de todo tipo. 
¡Como si pudiera haber un pensamiento que no fuera crítico!

Lo que hay que fomentar es que haya pensamiento, diría. 
Y que, donde no lo tenga que haber (por no ser necesario) que no lo haya. 
Pero vamos por partes, que a alguno quizás ya le ha salido urticaria en la mente con esto último. 

¡Qué bien nos vendría a todos saber algo más de griego! Con gran alegría puedo asegurar que he aprendido un poco más ahora mismo, buscando los datos para escribir este post. 

Porque resulta que eso de crítico viene del griego. De "kritikós", el adjetivo que significa "capaz de crítica", capaz de juicio, porque es es lo que significa "kríse" y "krités", palabras derivadas del verbo "kríno": separar, dividir, juzgar. Son cosas similares: el hecho material más típico así nos lo muestra. Cojo estoy lo separo de lo otro por alguna razón. Separo, divido porque he juzgado. Y eso es el pensamiento: juicios en que se separan o dividen conceptos; y encadenamiento de juicios: razonamientos.

La etimología de pensar es muy significativa. Por lo visto, procede de "pensare", que a su vez viene de "pendere", colgar, "en el sentido de colgar dos pesos y comparar". O sea, un tipo de juicio sobre el peso de algo.

Ponderar es a veces un bonito sinónimo de pensar. Y, añado, tiene una raíz que tiene esa idea de fondo también: el peso diferente de las cosas hace que las separe. "Pondus, ponderis", peso en latín.

Al final, eso de "pensamiento crítico" es una pequeña e inadvertida tautología causada, por lo visto, al usar palabras que provienen de dos idiomas: latín y griego.
Pero, claro, ya se sabe que el sentido que se le da a la expresión no tiene en cuenta estas cosas. Porque se da por sentado que hay quien piensa sin juzgar, que traga sin masticar. Eso no es posible. Estoy con quienes dicen que se trata de juzgar antes de dar por verdaderas las cosas.

Pero hay dos límites, como quería decir arriba, que hacen que la serena y natural capacidad de criticar pase a un inútil criticismo.

Primero: hay cosas que no conviene juzgar, porque están, de algún modo, fuera de todo juicio. Son los hechos. O las que son obvias. Pensar sobre si se puede pensar, por ejemplo. Es una simpática manera de pasar por listo, pero no es algo serio: se piensa de hecho al preguntarse si uno es capaz de ello.
Otro ejemplo: mi edad. Es la que es, aunque uno no esté de acuerdo. Podremos investigar los porqués, pero no cambiará.

Y segundo: hay cosas que no conviene juzgar... en otro sentido, más moral. Se trataría de la curiosidad dañina o agresiva. El querer conocer cosas de la intimidad de los demás sin su permiso, por ejemplo.

Pensamiento crítico. Eso es. 

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